sábado, 26 de septiembre de 2009

Celebrando a Händel: Música acuática

La pasada Semana Santa se cumplieron 250 años de la muerte del compositor. Qué queréis que diga, yo tampoco he visto que la gente se haya vuelto loca, los músicos hayan ofrecido obras suyas, ni los auditorios hayan hecho una programación especial, ni nada de nada. Qué curioso. Y es oque nos hallamos ante uno de los mejores compositores de la Historia. ¿Recordáis el “Año Mozart”, 250 años tras su muerte, en el que había Mozart por todas partes, hasta la exasperación? Por desgracia Händel es mucho menos popular.

Eso sí, en Reino Unido sí que se rindió debido homenaje al compositor, mira por donde. Yo, desde mi pequeño espacio en la web, también quisiera celebrar esto de algún modo, tal vez subiendo su “Música Acuática”.

Se trata de tres suites (suites), por lo tanto es algo más larga que lo que suelo subir, recordad que estoy abierto a sugerencias de todo tipo acerca de lo que quisierais oír o saber, pero pienso que merecen la pena.

Fueron estrenadas el verano de 1717, el año en que el rey Jorge de Inglaterra organizó una salida en barca por el río Támesis. Händel compuso para la ocasión esta obra, que habría de ser interpretada por medio centenar de músicos montados en la barcaza real, incluyendo la sección de cuerda, oboes y trompas, fagotes e incluso timbales. El clave, de presencia obligada en el Barroco, no lo subieron (abultaría demasiado), pero creo que en esta versión sí lo podemos oír de fondo. Se trata, creo, de Jordi Savall dirigiendo el Concert des Nations.

Así, la barcaza real, seguida por unas cuantas embarcaciones más llenas de afortunados (recordemos que Händel gustaba de componer para el pueblo, y que la música en Inglaterra era más popular que en el continente) inició su recorrido por el Támesis, recorrido que se prolongó hasta la tarde, porque el rey quedó tan maravillado por la “sorpresa” del compositor que quiso escuchar la obra una y otra vez.







sábado, 19 de septiembre de 2009

La muerte de J. B. Lully: ¿una de las más estúpidas del mundo?

Juan Bautista Lully, del que hablaremos en otro momento, fue un compositor por y para la corte de Luis XIV, una de las personas más influyentes de Versalles en su tiempo. Precursor de la suite, el concierto, y otros géneros, sólo hablaré de él en esta entrada brevemente para referirme (como una curiosidad) a su muerte.

Lully ganó un premio Darwin, póstumo, como todos ellos, a la muerte más ridícula de su año. Estos premios, un poco macabros, la verdad, se dan a aquellas personas que sufren muertes ridículas, en una ceremonia anual. Bueno. Dicha ya la parte gamberra, no puedo dejar de hablar de aquella noche en que Lully dirigía un concierto para el rey, en conreto un Te Deum (creo recordar) interpretado tras una misa en la que el rey daa gracias a Dios por haberse recuperado de su enfermedad. En la época, los directores llevaban un gran bastón (similar al de los chambelanes) en la mano, con el que golpeaban el suelo para marcar el ritmo. Lully, un obseso del ritmo, golpeaba con tanta fuerza que los espectadores temían que llegase a ahogar el sonido de la orquesta.

Todo esto sucedió antes de que este bastón evolucionara en el bâton, más pequeño y manejable, que se blandía en el aire, y que dio origen a nuestra batuta actual, que los directores utilizan hoy día.

Resultó que, con la peor fortuna del mundo, Lully calculó mal y, en uno de sus apasionados golpes, se machacó el dedo gordo del pie. La orquesta, viendo que su director se retorcía de dolor, titubeó un segundo (en la época las orquestas dependían completamente del director, al que miraban en todo momento), Lully, temiendo defraudar al rey, siguió dirigiendo a pesar de su dolor hasta el final.

Cuando volvió a casa, el dolor había remitido enormemente, y, a pesar de las advertencias de sus amigos, el músico rehusó ir al hospital. Pocos días más tarde, la herida le provocó una gangrena en la pierna que lo mató, causando gran escándalo entre los compositores franceses.



¿Probablemente una de las muertes más ridículas jamás presenciadas? Bueno, de alguna forma, la música lo mató. Moraleja: nunca hay que temer ir al médico antes de que sea demasiado tarde.

A continuación, un fragmento de la película francesa (magnífica, por cierto) “Tous les matins du monde” en la que vemos cómo se dirigía en la época. La música es de Lully, la “Marche pour la cerémonie des turcs”, y el director (Gerard Depardieu) se trata ni más ni menos que de Marin Marais. Recordad ese nombre.



Introducción a la suite (I): Sarabanda

¿Qué es una suite? Musicalmente hablando, la suite es la precursora de la sonata, la inspiradora del concierto y una de las primeras obras (o tipos de obras) instrumentales compuestas de varios movimientos (un movimiento es cada una de las partes en que podemos dividir una obra instrumental). Para explicarlo mejor, tomemos como ejemplo la suite de un hotel. En una misma habitación podemos encontrar distintas dependencias, como una sala, un cuarto de baño, un dormitorio... Del mismo modo, la suite, que nació a mediados del Barroco, es una única obra que incluye movimientos muy variados. Sentada esta base, nos centraremos en uno de ellos, que ya pudimos escuchar anteriormente.
Si hoy en día preguntáramos a un ciudadano iberoamericano de a pie en qué consiste la zarabanda, probablemente nos hablara de un baile jocoso e incluso festivo que aún hoy es popular en los países del Sudamérica.


Y no es para menos, la zarabanda llegó a conocimiento de los colonos españoles alrededor del año 1540. Y en la década de 1580 el baile llegó a España desde el Nuevo Mundo . Desde un primer momento, se consideró obscena y desenfrenada en las cortes españolas y se desestimó. Comprendamos que eran otros tiempos, y la mera visión de ver a un hombre y una mujer bailando “agarrados” (en el baile apenas podía haber roce entre los bailarines, o podía llegar a suspenderse la actuación) provocaba gran escándalo.

El ritmo de la zarabanda, como la de la mayoría de tiempos de suite, es ternario. Esto quiere decir que, mientras la escuchamos deberíamos ser capaces de llevar el ritmo contando un, dos, trees, un, dos, trees (es difícil expresarlo con letras, pero poco importa) alargando el tercer tiempo según las exigencias de la danza. A mediados del siglo XVII, el interés cortesano por las danzas tradicionales europeas resurgió gracias a la suite. De prácticamente cada país de Europa se tomó un motivo que recoge esta composición. Y, por supuesto, como representativo de la cultura española la zarabanda se convirtió en uno de los bailes que se importaron a la corte francesa, gracias a compositores de la corte del rey Sol como J. B. Lully o Rameau, que popularizaron la suite.

A continuación, y ya para finalizar, hablaremos de la que tal vez sea la zarabanda más famosa: la Folía de España. La Folía fue un ritmo, traído desde el Nuevo Mundo, que se desarrolló en España, pero que no fue ampliamente reconocida hasta 1672 cuando Lully tomó la Folía tradicional y la incluyó en sus suites. Redujo mucho el ritmo para adecuarlo al gusto de Versalles, y la renombró como “Folies d’Espagne”. Y he aquí un ejemplo de cómo las melodías populares han inspirado durante toda la Historia obras memorables de la música clásica.



A continuación podemos escuchar la zarabanda original (atribuida al español Antonio de Cabezón) y, tras ésta, la Folía de España escrita por Jean Baptiste Lully (es él quien aparece en el vídeo). Seguiremos en otra entrada hablando de otras danzas populares que engrosaron la suite, y de la importancia de este género en la música Barroca.




martes, 15 de septiembre de 2009

Sarabanda, presentación de Händel

La Música es algo demasiado extenso y fundamental como para intentar abarcarla desde un principio a un fin sin perder el completo control y atención sobre ella. Por tanto, mi método es ir extrayendo pequeñas obras, compositores o momentos de esta gran Historia, que nos ayuden a comprender mejor algunos aspectos de este arte. Bueno.


Ya sabiendo cómo funciona esto, comprenderéis que necesito obras concretas para ir destripando la época a la que pertenece. El otro día, mientras revisaba la película Barry Lyndon, obra maestra donde las haya, me vi, una vez más, capturado por su banda sonora. Un tema recurrente en ella es la Sarabanda en re menor de G. F. Haendel (¡tranquilos! ¡no os vayáis! Ahora explico quién es.), que yo recuerdo con especial cariño por haberme pasado cerca de cinco meses intentando tocarla como “líder” del cuarteto de cuerda más aburrido, ignorante y penoso del mundo. Saludos para “ellas” si me leen (que como no lo harán, pues…)

El momento era álgido: 1685; el Barroco, en toda su extensión, parecía incapaz de extinguirse, y los modelos y formas artísticas de dicho período continuaban aún vigentes. 1685 fue un año fatídico donde los haya, en él nacieron tres de los más grandes compositores de todos los tiempos, Scarlatti, Bach (al que dedicaremos, otra, otras mil y otro millón de entradas), y… Händel.

Jorge Federico Händel nació en Alemania, hijo de médico, y era tal el empeño que su padre tenía en que el muchacho estudiara algo “de provecho” que el pobre tenía que estudiar la música, su gran afición, en secreto. Al final esta historia tuvo un final feliz, su padre accedió a pagarle los estudios musicales y el niño, más contento que unas pascuas, se puso al servicio del organista de su ciudad natal, Halle (un organista, figura tan recurrente en el Barroco, era un músico que tocaba el órgano. Los organistas eran muy demandados incluso en los pueblos pequeños, pues acompañaban con su instrumento las ceremonias religiosas. Por ejemplo, Bach fue siempre organista de su pequeño pueblo, a pesar de ser uno de los más grandes músicos de todos los tiempos). A los 17 años ya era un organista reconocido, pero que aspiraba a más. De modo que, en 1703, Händel viajó a Hamburgo, donde perfeccionó su interpretación de violín y clave (Se dedicará una entrada a este instrumento, una, o las que vengan). En 1705, Händel ya era un compositor, pues estrenó con la orquesta de la ópera de la ciudad sus obras Almira y Nero. Esto es importante: este autor sobre todo compuso óperas u obras vocales, se conservan de él unas ¡42! óperas.

A partir de 1706 y hasta 1710, Händel viajó por Italia (benditas becas, que sí, existían en aquellos tiempos) y, ¡ah! Inglaterra. Su estancia en Italia le sirvió para empaparse del estilo operístico italiano, mientras que su estancia en Inglaterra… la mantuvo de por vida.

Los ingleses adoraban al compositor.

En la época, los músicos, si querían sobrevivir, debían ponerse al servicio de un rey o mecenas noble, que eran los grandes aficionados a la música del momento. Pensemos que, en la época, un concierto de Vivaldi, o de Bach, o una ópera de Rameau, que hoy nos parecen tan aburridas, eran como hoy en día una actuación de Bruce Springsteen. Se movían auténticos dinerales por organizar todos estos eventos, de modo que los músicos que se “vendieran” a los reyes y gente de fortuna, podían vivir regaladamente.

Pero hubo unos pocos precursores, transgresores, y mucho más humanos compositores del pueblo y para el pueblo, y tal vez Händel fuera el primero de ellos. Sus obras tenían tanto éxito en Inglaterra que se afincó allí en 1712, y fue el propio rey el que tuvo que ponerse en contacto con él, y no a la inversa. Jorge I, ese era el rey, le convirtió en uno de los hombres más importantes del Reino Unido, y, antes de morir, le concedió la nacionalidad británica vitalicia. ¿Que qué obras compuestas para la realeza podemos destacar? Sin duda la “Real música para los fuegos artificiales” y la “Música acuática”, de las que puede que ya habréis oído hablar. ¿No? Tranquilos, les dedicaremos un espacio más adelante. Sus obras y “montajes” concertales requerían cientos de músicos e instrumentos, docenas de cantantes, incluso a veces varios órganos, para acompañarlas. Si alguien ha puesto el calificativo “grande” en la Música, ése ha sido Händel.

Sus últimos años nos dieron una de sus obras más representativas: “El Mesías”, un oratorio (es decir, una obra cantada de larga duración, y que implica el uso de grandes coros) que recorre la vida de Jesucristo. En 1751, Händel perdió la vista. Ocho años más tarde, ciego y muy enfermo, se desmayó al terminar de dirigir “El Mesías”. Llevado a casa todo lo rápido que el carruaje de caballos, se le acostó en la cama, en la que pronunció su último deseo: “quisiera morir en Viernes Santo.”

Jamás volvió a levantarse. Fue enterrado con todos los honores en la Abadía de Westminster, donde sólo reposan los grandes hombres de Inglaterra, en una fecha irónicamente cercana a su deseo: el 14 de abril de 1759, Sábado Santo.

Esta sarabanda, en re menor, constituye, por su sencillez y profundidad, una de las obras más emotivas del compositor. ¿Podréis llamaros seres humanos si algo así no os emociona? Por favor, contádmelo si lo conseguís. A decir verdad, en realidad esto era sólo una excusa para introducir “subrepticiamente” a Händel, que va a dar muchísimo de qué hablar, y la sarabanda, que nos introducirá en el mundo de la suite barroca. Espero que estéis cómodos.



Esta obra yo la incluiría en el top ten de las más versionadas de la historia de la música. A pesar de ello, hay pocas versiones aceptables en la web. Una de las mejores que podemos encontrar, si no la mejor, es la grabada por la London Simphonic Orchestra para la B.S.O. de la película “Barry Lyndon”. Seguroque vosotros encontraréis otras versiones.









«Händel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba.»
Beethoven.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Los origenes de La Muerte y la Doncella.

Nota: este post es un comentario sobre la obra de la que hablé en el artículo precedente. Para escuharla, echad un vistazo al anterior.

El tema del cuarteto D. 810 es un tema relativamente "recurrente", o "clásico" de la tradición alemana, ya que lo encontramos en música, como ya hemos visto, en pintura, poesía... Sobre todo durante el Renacimiento alemán, podemos encontrar alusiones a este tema, en parte también como una confrontación entre el optimismo renacentista por la vida y la muerte y oscuridad de la Edad que habían dejado atrás. Matthius Claudius, poeta romano... digoo, alemán, coetáneo de Schubert, escribió un poema en forma de diálogo entre dos personajes, la Muerte y la Doncella. En 1817, Schubert (con apenas 20 años de edad) compuso un lied (¿recuerdan lo que era un lied?) sobre el texto de Claudius, que titulo de igual forma.

Por eso de que los autores se reciclan y usan parte de su obra para crear de ella arte nuevo, Schubert se vio impelido a rescatar ese lied mientras se encontraba en la parte más profunda de su crisis depresiva, el 1824, y construir sobre él su cuareto de cuerda nº 14.

El texto de Claudius, que da origen al lied y se ve reflejado en el segundo movimiento del cuarteto, habla de una joven agonizante y sus reacciones ante el inevitable fin, ante la presencia observadora de la muerte. No hace falta establecer el paralelismo con la terrible depresión y enfermedad de Schubert, supongo.

A continuación va una especie de guía rápida de la obra por si os decidís a escucharla atentamente.

En su primer movimiento, Schubert narra el encuentro de la joven con la figura de la muerte. Los violines, en especial cuando intepretan melodías en modo may... perdón, melodías "alegres", representan a la joven y sus súplicas: "¡Soy aún joven!" Drante todo el primer movimiento, la joven suplica y huye de la muerte impertérita, durante casi un cuarto de hora.

En el segundo movimiento, más lento y lúubre, se refleja la presencia inevitable de la muerte. El cuarteto interpreta el lamento de las almas difuntas y el llanto de la doncella, y la desesperación, en un tono profundo y tranquilo muyal estilo de los artistas románticos alemanes. "Soy tu amigo y no vengo a castigarte", dice la Muerte. El movimiento va haciéndose más apasionado, y hacia la mitad, cuando la joven parece haber aceptado su destino, vuelve a relajarse la música, y aparecen de nuevo pasajes violinísticos.

En el tercer movimiento, la joven pierde todo temor y cesa en sus intentos de convencer a la muerte, pero aún la esquiva y le dice: "Sé amable y vete, no me toques."

En el último movimiento, la joven huye mientras la muerte le persigue: "¡Confía en mí! ¡No soy cruel! ¡Déjate caer en mis brazos y dormirás plácidamente!" Finalmente (ya iba siendo hora), la muerte la alcanza, la toca y su vida se apaga al tiepo que el cuarteto golpea las cuerdas con movimientos rápidos del arco (eso se llama martelé).

Dicho cuarteto se interpretó por primera vez en Viena, el 1 de febrero de 1828, poco después de la muerte de Schubert, y no volvió a interpretarse hasta el siglo XX, gracias al violinista ruso David Oistrakh, el genio violinístico del siglo pasado, que ayudó a divulgar ésta y otras obras del incomprendido compositor.

Cuarteto D. 810 de Schubert: "La Muerte y la Doncella"

No me siento con ánimo para explicar cómo desde el principio de los tiempos el ser humano ha buscado un cierto significado, mágico en un principio, pero muy diverso después, en el hecho de emitir sonidos y melodías. Dado que la Música lleva acompañando al hombre desde que éste existe, es un período demasiado largo como para tratarlo extensamente en una publicación tan breve como ésta. De forma que, con su permiso, me limitaré a un recorrido muy a mi manera: en absoluto desorden cronológico o musical, deteniéndonos sólo en aquellos ejemplos concretos que considere necesarios.


Y es que la Música posee obras secretasy escondidas, de una calidad tan suprema que apenas se revelan al gran público. Músicas que jamás hemos oído y que no supondríamos oír nunca. Composiciones que se salen de lo común, de los grandes hits que estamos cansados de oír, y que, si bien son menos conocidas, merecen ser rescatadas. Sólo advertiré, al que quiera acompañarme en este periplo, que hay personas que se aficionaron a la llamada "música clásica" gracias a ellas.

Precisamente, dado mi carácter decimonónico, hoy me gustaría presentarles a la que considero una composición clave en la música romántica de principios de siglo, pero que fue algo desconocida en su tiempo, por no decir que hasta entrado el sigl XX no gozó de todo el prestigio que se merece: La Muerte y la doncella. Antes de nada, una bibliografía rápida e insulsa sobre el compositor. Si quieren saber más, búsquenlo por ahí (mi función es despertar su curiosidad, no dárselo todo hecho. Sería aburrido).

La vida de Franz Schubert, como la de tantos compositores y artistas románticos, está tildada de tragedia. Schubert nació en la capital de la música europea durante su tiempo, Viena, en 1797. Viena, esa ciudad que hoy vive del cuento y en la que no hay top mantas, sino negros con pelucas y casacas vendiendo discos, debe su herencia a que albergó a algunos de los músicos más importantes durante su tiempo del panorama europeo. Para Schubert, el indiscutible maestro europeo era Beethoven.

Schubert pasó una infancia complicada, su familia era muy humilde y su padre tenía que alimentar a trece hijos con su mísero sueldo. Fue su profesor de música quien primero se percató de que las aptitudes musicales del chico no eran normales. En los años sucesivos, gracias a una beca, pudo formar parte de una orquesta municipal y recibir clases de Antonio Salieri. A los catorce años, empezó a componer sinfonías (catorce años, retengan el dato) y Lieder, canciones para voz y piano basadas en textos o poemas (voz y piano, los textos pueden ser filosóficos o poéticos, retengan el dato… dos datos a retener ya, ¿eh?, y la hora que es…). Sin embargo su padre no estaba de acuerdo con que su hijo se dedicara a la música, y tras una discusión, Schubert abandonó la casa paterna.

A partir de entonces comenzó el vagabundear por los domicilios de sus amigos. La música no daba para vivir, y vivía de la caridad de aquellos que querían acogerlo en su casa. Desesperado interiormente porque no conseguía estrenar ninguna de sus composiciones y vivía constantemente a la sombra de su ídolo Beethoven, comenzó a llevar una vida bohemia que condujo (como suele conducir el pasarse de listo por las tabernas de Viena) a contraer la sífilis. Precisamente hacia el final de su vida fue cuando compuso sus obras más intensas. Pero no quiero aburrirles con nombres. De hecho, no quiero aburrirles más. Schubert murió de fiebre tifoidea en 1828, en una cama ajena, sin haber conseguido estrenar ninguna de sus óperas, pobre y desesperado por no haber conocido nunca en vida a su héroe Beethoven. Acababa de matricularse para estudiar fuga, en un último desesperado intento de conocer al maestro, pero no pudo cumplir su sueño. Murió con 31 años.

Pero el mal ya estaba hecho. Sus partituras se rescataron tras su muerte. Una pena que su éxito haya sido póstumo, porque representan un claro ejemplo de lo que era el Romanticismo en la época, basado en la inspiración y la lírica. El cuarteto nº 14 en re mayor (D. 810, en caso de que lo quieran buscar por ahí), La Muerte y la doncella, fue divulgado en pleno siglo XX por David Oistrakh, un violinista del que hablaré algún día. El tema central, como podrán ver, es el de una doncella moribunda que intenta enfrentarse a la muerte ante la inminencia de su fin. Podemos establecer un paralelismo entre esto y la situación de Schubert, sifilítico, perdido y sin amigos, probablemente deseando morir cuanto antes para ahorrarse sufrimiento.













Es música clásica, probablemente no os guste, pero no pasa nada por intentar emocionarse con ella. Perdón por la fragmentación, es la mejor versión (cuarteto Alban Berg) que he visto en la web.

Buenas noches, etc.

Edward Blunt.

Introduccion.

Buenas noches.


Como decíamos ayer, una de las principales capacidades (y hasta cierto punto necesidades) del arte es la de abrirnos camino hacia sensaciones y experiencias desconocidas para nosotros (se me ocurren tantos símiles). En ese sentido, otra de mis extrapoladas pasiones artísticas se trata de la Música. Para diferenciar diré que la Música con mayúscula es el arte del sonido, mientras que la música sin más es todo aquello que se escucha de fondo en unos grandes almacenes, en los áifons de las adolescentes y la gente sin gusto, y que en otro momento o lugar calificaríamos como “ruido ordenado de manera poco original”. Recordando lo que pudimos leer algo más abajo, y que es de gran importancia: lo popular es el gusto de los que han perdido el gusto por completo. Decir que algo es “popular” es colocarle una corona de laurel a lo ordinario, y el ser humano ha evolucionado demasiado como para seguir contemplando lo ordinario.

Así pues, en el apartado musical del blog, podrán ustedes encontrar de todo… excepto pop. Lamento decepcionarles, pero no sé nada sobre el tema y no me interesa en absoluto. La música actual se encuentra totalmente desvirtuada de sus principios, y ha pasado a ser, en la mayoría de los casos, la ocupación de aquellos que no saben dedicarse a otra cosa, y cuyo único interés es el de ganar dinero y salir en las carpetas estudiantiles. Y cabe preguntarse, ¿llegará algún día en que la juventud (la porción más influenciable e ignorante de la sociedad)realmente aprecie la verdadera música, que ellos han tildado de “clásica” por no decirle “aburrida”? La ignorancia es la medida del mal gusto, y si los jóvenes de hoy día prefieren los berridos de cada cantante de tres al cuarto que corre por ahí a la música puramente hablando, cabe preguntarse si la sociedad no ha perdido por completo la cultura. ¿Qué piensan ustedes? Las líneas están abiertas.

Así que, a lo largo de lo que dé de sí este nuevo camino, iré recorriendo algunas de las obras, géneros y autores que han marcado mi gusto musical y mi percepción de este arte. Buenas noches. ¡Ah! Y me gustaría saber su opinión acerca de lo que realmente se puede considerar música.